lunes, 7 de febrero de 2011

CASTILLO DE MONTE AGUDO


   El estratégico Cerro de Monteagudo, su espléndida panorámica de la Vega Baja del Segura y su proximidad al núcleo capitalino explican el poblamiento ininterrumpido del lugar desde el periodo Eneolítico. Las laderas del Cerro de Monteagudo han desvelado testimonios de la cultura argárica, íbera y romana y han sido testigos del nacimiento de la pedanía.

  Con los árabes vivió un período de gran esplendor, especialmente con el mítico 'Rey Lobo', que erigió el conjunto de fortalezas para proteger la Vega murciana: Castillo de Monteagudoel Castillejo y LaracheAlfonso X 'El Sabio' se alojó en estas fortalezas, haciéndolas su centro de poder. Con los Reyes Católicos, Monteagudo asistió a una etapa de declive demográfico, pero su Castillo permaneció guarnecido. Durante la Guerra de Sucesión fue baluarte de Felipe V.
  Monteagudo llegó a contar con Consistorio propio, pero pronto volvió a depender del Ayuntamiento de Murcia. En la última centuria se erige en lo alto del cerro el Monumento del Sagrado Corazón de Jesús, hito inconfundible del paisaje de la comarca.


 El óptimo emplazamiento de Monteagudo: reclamo de civilizaciones desde el Eneolítico

  Monteagudo presenta un poblamiento prolongado y continuado desde el Eneolítico hasta la actualidad. Las principales causas residen en su estratégica situación geográfica, ya que Monteagudo se ubica en la margen izquierda del río Seguray se extiende por las escarpadas laderas de un abrupto macizo de unos 149 metros de altura. A sus pies queda el 'camino viejo de Monteagudo', que une dos importantes vías de comunicación: los caminos de Alicante y de Castilla. Desde lo alto del Cerro de Monteagudo, el Castillo que lleva su nombre domina las tierras de la Vega Baja del Segura, donde se erigen a su vez otros tantos cabezos: San Cristóbal, de Torres, de la Cruz, Las Cuevas, El Esparragal, La Mina y Cobatillas, que debieron constituir puntos de asentamiento obligado.


  Un poblado argárico en la ladera del Castillo de Monteagudo

  Las secuencias estratigráficas obtenidas en el trascurso de diversas excavaciones arqueológicas en las faldas del Castillo de Monteagudo apuntan a la presencia de un poblado en la Edad del Bronce Medio, que quedaría encuadrado entre los años 1700 y 1200 a. C. Este poblado se adscribe a la cultura argárica, así llamada por el yacimiento que mejor ha permitido definir este horizonte cultural: El Argar (Almería). Según M. Jorge Aragoneses, el emplazamiento de este poblado fue la ladera Oriental del Cerro de Monteagudo.
  En los trabajos arqueológicos, realizados en 1999, en el solar que ocupó la derruida iglesia de San Cayetano, se constató un nivel atribuible culturalmente al Bronce Final / Bronce Tardío con cinco suelos de habitación consecutivos, agujeros para postes y restos de estructuras de barro, quizá de cabañas. En dichos trabajos fue recuperado un botón de oro que, tipológicamente, tiene sus mejores paralelos en el llamado Tesoro de Villena.



 ciudad íbera de Monteagudo

  En la falda meridional del Cerro de Monteagudo se han hallado testimonios sobre la presencia de íberos en este lugar. Desde el punto de vista estratigráfico se pueden diferenciar dos niveles: el más antiguo, del siglo IV a. C., estaba formado por un conjunto de fragmentos cerámicos; mientras que el más reciente dataría del siglo I a. C., y parece probar la existencia de una ciudad íbera, debido a la presencia en la zona de estancias de planta rectangular, restos de cenizas y osamentas, sepulturas de urnas esféricas, sillares, construcciones y cerámica.
  A este poblado hay que asociar una necrópolis, que se alzaría en las inmediaciones del actual cementerio, en la falda Occidental del Castillo. En esta zona se hallaron en 1979 los restos funerarios de tres esculturas de piedra, conservadas en el Museo de Murcia:
-Torso exento de un guerrero íbero, ataviado con túnica corta ceñida mediante un grueso cinturón con placa rectangular, muy parecido y cercano al grupo de guerreros de Elche.
-Parte de un grifo o animal fantástico perteneciente, probablemente, a una escultura en actitud de ataque.
-Parte de un cuadrúpedo, que recuerda a un toro.
  Estos fragmentos se remontan al siglo IV a. C. y su suntuosidad es atribuible a enterramientos de carácter principesco. Con anterioridad a estos hallazgos se recuperaron la cabeza de una mujer velada con largos bucles y collar, así como urnas funerarias. Por lo demás, M. Jorge Aragoneses propone la existencia de un santuario íbero en el sector Occidental del Castillo, aunque no se han constatado restos del mismo. El elevado número de cerámicas de importación áticas, púnicas y suditálicas acreditan el dinamismo económico y comercial del poblado y, en particular, de sus élites.


  Origen del topónimo de Monteagudo

  El nombre de Monteagudo debe su nombre a las escarpadas laderas en las que se asienta la población. Robert Pocklington señala que algunas fuentes árabes del siglo XI lo describen con la grafía Munt.qüd o Muntaqüd. En la Baja Edad Media, los textos castellanos se referirán a él como Montagut o Monteagudo, procedente del latínMonte Acutum (el Monte Agudo).
  Las fortalezas del Rey Lobo defendieron la Vega murciana
  Aprovechando la convulsión de unos tiempos en los que el Estado almorávide se desintegraba y los almohades iniciaban sus campañas de expansión por territorio peninsular, el mítico y controvertido Ibn Mardanish, conocido por los cronistas castellanos como 'Rey Lobo', se alzó con el poder y se convirtió en soberano independiente de Murcia y de todo el Levante musulmán-español.
  Ibn Mardanish gobernó este pequeño Estado independiente desde 1147 hasta 1172, ofreciendo feroz resistencia a los almohades, quienes no lograrían hacerse con Murcia hasta después de su muerte. Para proteger la Vega murciana y los caminos que unían Murcia con Orihuela, Ibn Mardanish levantó una línea estratégica defensiva y militar formada por el Castillo de Monteagudo, el Castillejo y el Castillo de Larache. En las inmediaciones de dichos baluartes construyó albercas para el regadío. Actualmente se pueden contemplar en Monteagudo estos restos arqueológicos, que son de los más relevantes del Islam medieval de Murcia.
  El Castillo de Monteagudo
  Según el profesor Torres Fontes, las primeras referencias que tenemos de fortificaciones en el Cerro de Monteagudo datan del 1078 / 1079, cuando el recién destronado reyezuelo de Murcia, Abu Abderraman Ibn Tahir, fue encarcelado en una plaza fuerte de la zona. Fue mandado construir por Ibn Mardanish en el siglo XII, en lo alto de un abrupto macizo calcáreo, aprovechando su carácter militar y estratégico. A partir de ese momento se convierte en un castillo urbano, auténtico fortín y atalaya defensiva de los emires murcianos que residían en la ciudad, formando parte de la Almunia Real, también construida por el 'Rey Lobo'.
  En época de inestabilidad, la guarnición permanente del Castillo estaba en disposición de alertar a los defensores de Murcia de la llegada del enemigo, por medio de ahumadas durante el día o de almenaras por la noche. El Castillo se halla dividido en dos espacios: Uno, que rodea la parte inferior del pico y que cuenta con doce torres cuadradas o rectangulares; Otro constituye el Castillo, sin torre del homenaje ni patio de armas, del que se conservan cinco torres en uno de sus lados. Fue declarado Monumento Nacional en 1931.
  El Castillo de Larache
  Se encuentra sobre una aislada colina de 300 metros al Noroeste de Monteagudo, en dirección al Cabezo de Torres. Se conservan restos de la muralla y de los dos cuadrados concéntricos. Según los investigadores, el Castillo de Larache (Hins al Faray) responde a un tipo de edificios, llamado palacio fortificado, que domina una explotación agropecuaria y también se destina al recreo de los emires murcianos.
  Frente a los historiadores que han establecido paralelismo cronológico entre esta fortificación y las de Monteagudo, Cabezo de Torres y Cabezo de Abajo, se alzan aquellos que vierten la teoría de que Larache es una fortificación más tardía que las anteriores, quizás de principios del siglo XIII, destinada a palacio fortificado por los gobernadores almohades, tras el abandono del Castillejo. No obstante parece clara su continuidad como residencia durante la Baja Edad Media, afirmando Díaz Cassou su utilización como mansión señorial hasta finales del siglo XIX. En la fortificación destaca la ausencia total de torres, que contrasta con las fortificaciones islámicas de su entorno. Está declarado Bien de Interés Cultural.
  Monteagudo tras la conquista cristiana
  Tras la conquista cristiana las fortificaciones de Monteagudo fueron reconquistadas por Fernando III 'el Santo' en 1245, quedando bajo el control de la monarquía castellana. A lo largo de sus estancias en territorio murcianoAlfonso X, hijo de Fernando III, solía fijar su residencia en Monteagudo, atraído por sus ventajas como enclave estratégico y militar, su cercanía a la capital y su situación en el centro del antiguo reino de Murcia.
  Se conservan documentos reales expedidos en Monteagudo en 1257, cuando fue Corte y morada de Alfonso X. Este punto geográfico se presentaba como la atalaya perfecta desde donde controlar y dirigir la política de Murcia. Aquí se firmaron concesiones territoriales a distintos concejos. En 1268, el Rey Sabio regresa a Murcia para disponer la tercera partición y dona a su esposa doña Violante las parcelas anejas al Castillo de Monteagudo (conjunto con más de 600 tahúllas). Como consecuencia de la rebeldía de la reina, el Real de Monteagudo volvió a la Corona, asignándose a su custodia un alcaide real.
  Tiempo después, siendo Rey Sancho IV pasó el Castillo de Monteagudo a manos de su esposa, doña María de Molina, hasta que Fernando IV se lo cede al Obispo de Cartagena, que toma posesión de la fortaleza en 1321. La importancia estratégica de este Castillo propició pronto su vuelta al poder real, constituyéndose en baluarte en el control de las incursiones oriolanas en la Huerta murciana. El Castillo de Monteagudo también fue un auténtico Castillo fortaleza entre dos reinos rivales: Aragón y Castilla, situación que perduró hasta los últimos años del siglo XV, cuando los Reyes Católicos unieron los reinos y conquistaron Granada.


 El declive de la población de Monteagudo con los Reyes Católicos

  Las crónicas medievales hablan de la importancia estratégica y militar del Castillo de Monteagudo y de la existencia en la falda del cerro, que da a mediodía y a extramuros del Castillo, de una importante ciudad: se trata del Monteagudo medieval.
  La seguridad que se extiende por el territorio tras la unión de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos llevará al abandono de la fortaleza, puesto que ya no había motivos reales de peligro, siendo su último alcaide don Juan Chacón. El abandono de la fortaleza irá sumiendo la ciudad medieval de Monteagudo en la decadencia y con el tiempo quedará relegada a un pequeño caserío, cercano a la capital y rodeado de huerta.
  A pesar del declive demográfico causado por la mayor seguridad, el Castillo de Monteagudo continuó gozando de relevancia en el contexto de la Región de Murcia y permaneció guarnecido hasta el reinado de Carlos II. En el siglo XVIII fue considerado lugar de realengo con alcalde pedáneo. Durante la guerra de Sucesión (1700-1713) fue baluarte de las tropas borbónicas de Felipe V, que lucharon contra el archiduque de Austria Carlos de Habsburgo.
  El nacimiento de las devociones a los Patrones de Monteagudo
  La devoción de los monteagudeños por la Virgen de la Antigua, advocación mariana que toma su nombre de su antigüedad, se remonta al siglo XVII. En un documento conservado en el Archivo Municipal de Murcia, datado el 29 de marzo de 1659, se registra que el hermano Francisco de los Reyes solicita y se le concede licencia para obrar una ermita en Monteagudo con la advocación de Nuestra Señora de la Antigua. Esta Virgen tuvo su ermita a los pies del Castillo. Más tarde se plasmaría en imagen de talla, que sería destruida en 1936, por lo que el escultor Nicolás Martínez talló una nueva que, a su vez, con los años, fue sustituida por la de Juan Lorente Sánchez. La devoción a San Cayetano fue posterior a la de la Virgen de la Antigua, ya que se introduce en el siglo XVIII. A este santo se le erigió una ermita en Monteagudo, que en 1711 quedó convertida en capilla en el interior del antiguo templo parroquial, dedicado a la Virgen de la Antigua, tal y como figura en el archivo parroquial.


 El Monteagudo del siglo XIX: una pedanía dinámica

  Monteagudo entra en el siglo XIX considerado como lugar de realengo con alcalde pedáneo. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) llegó a contar con Ayuntamiento propio, aunque pronto volvió a depender del municipio de Murcia, por Decreto del 21 de abril de 1834. En el censo de Madoz de mediados del siglo XIX, Monteagudo aparece como una población de 240 casas, en las que residen 380 vecinos. En esta época, Monteagudo cuenta con una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua y ya gozan de arraigo sus Fiestas Patronales en honor a San Cayetano.
  Los monteagudeños decimonónicos se dedicaban principalmente a la actividad agraria, ya que contaban con unas tierras de moreral de riego de excelente calidad, regadas por las acequias de Churra, La Nueva, Zaraiche, Azarbe de Mernacho y Azarbe de Monteagudo. Algunas de sus colinas estaban salpicadas de paleras de higos chumbos. También se cultivaban trigo, maíz, hortalizas y pimientos.
  La construcción del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús
  Consagrada España oficialmente a la advocación del Sagrado Corazón por Alfonso XIII, en 1926 se erige en el cerro de Monteagudo una escultura al Sagrado Corazón de Jesús, realizada por Anastasio Martínez. Estaba formada por el Cristo con los brazos abiertos, las imágenes de San Francisco de Asís y de San Francisco Javier, dos indios en actitud orante y un relieve de Santa María de Alcoque en el pedestal. Esta estatua fue destruida durante la Guerra Civil, pero pronto se decidió levantar una nueva en el mismo lugar, diseñada por el artista Nicolás Martínez, de 14 metros de alto y que fue inaugurada el 28 de octubre de 1951.
  El crecimiento de Monteagudo durante el siglo XX
  Monteagudo inauguraba el siglo XX con un crecimiento demográfico constante y dinámico, que le llevó a pasar de los 1.600 vecinos del año 1900 a los 4.758 de 1960. A partir de la década de los 70 el crecimiento poblacional se estabiliza y en el padrón de 1996 figuran 3.658 vecinos, distribuidos entre los núcleos de Monteagudo, La Cueva, Las Lumbreras y el diseminado de la Huerta de Monteagudo.
  Actualmente Monteagudo se presenta como una pedanía con notable importancia en el conjunto municipal murciano y fuertemente influenciada por la dinámica urbana del núcleo capitalino, del que tan solo dista 5 kilómetros. Los monteagudeños están dedicados mayoritariamente al sector servicios y a la construcción, y desde 1999 cuentan con un nuevo y moderno templo parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de La Antigua, además de la ermita dedicada a San Cayetano.